Qué portentoso final de octubre. Caminar es esta mañana como vivir en la copa de un árbol, hay algo tan mágico en dar la bienvenida a la Noruega del año. Con un café para llevar calentándome las manos y pequeñas brujitas correteando por todas partes, recuerdo el vínculo de amor primigenio que me une a mi ciudad. Noviembre se me antoja siempre un mes perfecto para la escritura. El trasfondo de lluvia y viento, el espíritu del NaNoWriMo, el inminente final de año, todo invita a echarse a los brazos de la soledad, la única musa imprescindible en toda creación, y mancharse los dedos de tinta.
Hago recuento de mis bendiciones, tantas, termino todo lo pendiente y me dispongo a dedicar este mes al que es para mí el oficio más hermoso que existe: sacar de la nada algo, escribir.
Otoño
