El pasado sábado presenté mi poemario Todas mis palabras son azores salvajes, que se publicó a principios de este mes. Lo hice en Fundación Entredós, lugar que es mi casa, pues ahí colaboro con otras mujeres desde hace muchos años, inmersas en un feminismo regido por la política del deseo, además de facilitar mi taller de Escritura Peligrosa.
Además, era importante y simbólico que esta presentación se hiciera en Entredós, lugar donde he dado mis primeros recitales y donde me he atrevido a llamarme poeta (de hecho es bastante curioso ver la evolución desde el primer recital, que digo que es «prosaico», hasta los últimos que ya describo como «poéticos»).
A pesar de todas las medidas que tuvimos que tomar debido a las limitaciones de la pandemia y a nuestro empeño por hacer cultura segura, fue una mañana emocionante. Tres pases en los que se cubrió el aforo máximo, mucha gente querida, muchas risas y por mi parte, desde luego, inmenso agradecimiento por el cariño y la acogida que está teniendo mi libro, definido en la presentación como «una carta de amor que se me fue de las manos«.
Os dejo aquí algunas fotos que tomó la fotógrafa Ela Rabasco en la segunda sesión para que os hagáis una idea de cómo fue todo.